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General Palafox
Al sublevarse los españoles contra Napoleón, en 1808 los franceses fueron sobre Zaragoza, considerandola como una de las principales llaves del pais. Los sitiadores dirigieron sus baterias contra las débiles tapias de tierra que servian de muralla a la ciudad, pero los defensores resistieron con determinación.
Cada tapia, cada casa, cada calle, era una fortaleza que habia que destruir con bombas y minas antes de pasar adelante, y aun los mismos escombros servían de parapeto a los heroicos defensores. Los franceses, diezmados, cansados de aquella resistencia, que no habian encontrado en ningun campo de Europa, se vieron obligados a levantar el sitio, arrojando su artilleria en el canal de Aragón, después de dos meses y medio de ataques furiosos.
Cuatro meses más tarde se presentaron de nuevo ante la ciudad, y este segundo sitio dió lugar a escenas horrorosas, que el genio de Goya inmortalizo en sus aguafuertes. Al fin, lograron penetrar en la ciudad. Su general envía a Palafox esta embajada: Paz y Capitulación. Pero a ello respondio Palafox: Guerra a muerte. Fue preciso seguir adelante, y entablar una batalla por cada paso que avanzaban. La lucha era desigual, los viveres faltaban entre los sitiados, el tifus hacia estragos espantosos en la ciudad.
El mariscal Lannes, jefe del ejercito sitiador, escribia a Napoleón: "Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestro enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores ... ¡Que guerra!¡Que hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos locos! Esto es terrible. La victoria da pena".
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